Instituto San Vicente Ferrer
Práctica y Residencia IV
Profesora: Alba García Druetta
Docente: Romani, Florencia
“Una piedra en el camino que me ayudó a crecer”
En mayo de 2014, comencé mis Prácticas de Residencia para el Profesorado de Nivel Inicial. Las mismas tuvieron lugar en el Jardín N° 0-004 “Godoy Cruz”. Apenas entré a ese lugar me sentí cómoda, contenta y llena de expectativas.
Durante el mes de mayo realicé sólo observaciones del grupo, del Jardín y de la docente. Desde el primer momento, una niña en particular llamó mi atención por su comportamiento y su forma de ser.
En el mes de junio comencé la práctica intensiva, donde mi trabajo era hacerme cargo de la sala por completo. Al principio me costó adaptarme a todo ese tipo de responsabilidades pero siempre me sentí guiada por la docente de sala y mi profesora de prácticas.
Durante ese mes, tuve la posibilidad de interactuar directamente con esta niña. La niña lloraba frecuentemente, se metía debajo de la mesa, peleaba con sus compañeros y en ocasiones se llevaba cosas que no le pertenecían.
Al ver todo lo que pasaba con ella me sentí desbordada, sentí que no iba a poder llegar a ella, que todas las expectativas que tenía al principio se iban esfumando.
No me di por vencida, de a poco fui acercándome más a ella. Le hablaba de diferentes cosas, la dejaba que me contara todo lo que ella tenía para decir, le explicaba, la ayudaba cuando no entendía algo. Simplemente, mi trabajo fue estar ahí para ella.
Casi a fin de mes y a un paso de terminar mi Residencia, esta niña se enfermó y faltó al jardín durante poco más de una semana. Volvió agresiva, le pegaba a sus compañeros y volvió a hacer las mismas cosas que hacía apenas la conocí. Sentí que todo lo que había avanzado con ella no había tenido sentido. Me sentí decepcionada conmigo misma.
Varias veces, esta niña, se llevó notas en el cuaderno. Al ir a retirarla su madre, siempre preguntaba ¿cómo se portó hoy?, al decirle lo que había pasado o cómo había estado ese día, la respuesta de la madre era siempre la misma “gracias seño”, agarraba a su hija del brazo y le decía “ya vamos a hablar en la casa”
Al ver todo esto entendí que no era que yo había fallado y que todo lo que había hecho con y para ella no había sido en vano. La niña tenía este comportamiento por cosas que pasaban en su casa.
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Hasta que finalizaron mis prácticas, yo seguí realizando con ella la misma tarea de todos los días, escucharla, hablarle y prestarle atención.
Luego de despedirme de los chicos en el último día de la práctica intensiva, esta niña se acercó a mí y tras un abrazo me dijo “no quiero que te vayas seño”. En ese momento me di cuenta de que esa pequeña “piedra” que se cruzó en mi camino en uno de los momentos más importantes de mi carrera, me hizo crecer, me hizo darme cuenta de que nací para esto, de que estoy haciendo lo correcto.
Esa pequeña piedra me hizo dar cuenta de que la docencia es mi verdadera VOCACIÓN.
Instituto San Vicente Ferrer
Práctica y Residencia IV
Profesora: Alba García Druetta
Docente: Mansur, Mariela
Narrativa:
Y un día fui maestra…
Allá por febrero de este año comencé a ser Seño Mariela. La Seño Mariela de una Salita de 4 años que me llenó de expectativas, de ganas nuevas, de miedos pero, por sobre todas las cosas, me llenó de experiencias.
Cada tarde, cerca de las 13:00 hs. al colocarme el guardapolvo, sentía una ansiedad inexplicable… Deseos de reencontrarme cada día con las caritas de mis niños, con sus gestos de cariño, con sus inquietudes, con sus miedos, sus inseguridades, con todo lo que implica ser docente en el Nivel Inicial.
Pero como todo en la vida, la docencia tiene sus experiencias que no son del todo buenas. El hecho de tener escasa experiencia, una sala con 30 niños pequeñitos, de tan sólo 4 años, sin poder contar con la presencia de una auxiliar en la Sala, y la exigencia de ser yo quien desempeñara esa función durante las horas de las materias especiales, hizo que me absorbiera la tarea diaria y fuera descuidando algunos aspectos tales como la realización de las entrevistas a los padres, el llenado del registro, etc.
Las exigencias, las críticas, el cansancio, comenzaron a hacer mella en mí… Me fui desesperanzando… Pero, cuando pude tomar la distancia necesaria, la reflexión, la autocrítica y el apoyo de mi entorno, comprendí que la docencia es mi vocación. Sí, MI VOCACIÓN, con todo lo que ella implica: lo bueno y lo malo, las satisfacciones y los fracasos, los logros y los errores, los padres, los compañeros de trabajo, los niños, los directivos, la vida de cada día dentro de una Sala de Nivel Inicial.
Instituto San Vicente Ferrer
Práctica y Residencia IV
Profesora: Alba García Druetta
Docente: Norma Baldasso
Fecha: 13 de octubre de 2014
“LOS MIEDOS EN LOS NIÑOS”
POR NORMA E. BALDASSO
Mi primer experiencia en un jardín de infantes
fue como docente auxiliar, en la cual descubrí un mundo maravilloso. Y es a
partir de éste año, que comencé a desempeñarme como docente de sala de 4 años,
descubriendo todo el universo y necesidades de esos niños, veía la necesidad de
brindarle afecto, seguridad, hacer del jardín y de sala un lugar donde ellos se
sintieran cómodos, contentos, explorando, descubriendo, disfrutando del jardín para logar sus
aprendizajes. Pero en este proceso hubo algo que me llamó la atención, los
miedos que manifestaban algunos niños, miedo de ir solo al baño, de cerrar la
puerta del baño o de la sala, de ver poca luz o de que estuviera apagada la
luz, miedo a la oscuridad.
Este tema me pareció de suma importancia, y
despertó mi interés, por lo cual decidí investigar sobre los miedos de los niños pequeños. Los en el jardín ¿es un
tema a tener en cuenta? ¿Le tenemos que dar importancia? ¿Tenemos que saber
cuándo y por qué se producen?
De a poco también he
observado que esos miedos se van superando. Pero esto ¿por qué se produce…hay
un por qué?
Los miedos en
general y cualquiera de sus modalidades en la etapa infantil suponen un
fenómeno universal y omnipresente en todas las culturas y tiempos, varían
dependiendo de la personalidad y el carácter del niño, y de las situaciones que
él vive.
El miedo de los
niños por edades es variable, tiene etapas y distintas intensidades. No hay
duda que los miedos son evolutivos y “normales” a cierta edad, cambiando el
objeto temido a medida que el niño crece y su sistema psicobiológico va
madurando. La tendencia natural será a que éstos vayan desapareciendo
progresivamente. En otras ocasiones, podemos hablar abiertamente de temores o
miedos patológicos que pueden derivar hacia trastornos que necesitan atención
psicológica (ansiedad, fobias).
Los miedos de los
niños pequeños son los de la primer infancia (0 a 3 años) miedo a los extraños,
a las alturas, a los animales, a ruidos fuertes. De los 3 a los 5 años tienen
miedo a los monstruos, a la oscuridad, a
los fantasmas, personajes de cine o TV, a los animales.
Entonces ¿Por qué se producen los miedos?
Está presente en nosotros por la programación genética que
tenemos para desarrollar los miedos evolutivos normales de la infancia. Pero
esto no es lo único, también hay factores que tenemos que tener en cuenta que
pueden incidir:
- Los padres con tendencia miedosa o de ansiedad, suelen tener hijos con miedos o ansiedad, en mayor proporción que el resto de los padres.
- Las experiencias vividas, por ejemplo miedo a no poder respirar un niño que tiene ataques de asma, o miedos por quemaduras, accidentes, etc.
- La información negativa, sobre alguna situación o estímulo, como por ejemplo: “sino comes viene en viejo de la bolsa”.
- Las experiencias vitales desagradables o traumáticas, como presenciar malos tratos, peleas, accidentes, muertes de seres queridos, etc.
Con la investigación
realizada y la observación diaria de los niños de mi sala surge la necesidad de
buscar y encontrar la respuesta a ésta pregunta, la cual me guiar para poder
ayudar, acompañar, sostener, guiar a éstos niños en ésta importante etapa de su
vida.
Y la pregunta es ¿Podemos ayudar al niño a superar estos
miedos o los tiene que superar él solo?
Si bien como dijimos anteriormente, los miedos van desapareciendo
progresivamente; tenemos que brindarle tranquilidad, vivir la situación del
niño con tranquilidad, sin mostrar preocupación o angustia, el dar seguridad en
sus posibilidades, confianza en él y en los demás para que se apoye en los
otros también y no retarlo ante un miedo, sino hablarle con calma, con
seguridad.
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